Hace tiempo que no escribo por aquí, pero me gustaría retomarlo.
En el reto de hoy (aunque vaya con dos meses y medio de retraso, que se dicen pronto), debo crear un texto que responda a tres preguntas:
-¿Quién miró por el ojo de la cerradura?
-¿Por qué miró por el ojo de la cerradura?
-¿Qué es lo que vio?
Así que, teniendo el material, nos pondremos manos a la obra.
Guara nunca confió en los náufragos. Hablaban su lengua a la perfección, pero no tenían nada que ver físicamente con su estirpe. ¿Era simplemente cosa del azar que se cruzasen sus destinos?
Tampoco parecían llevar mucho tiempo navegando a la deriva sobre aquellos tablones, no estaban deshidratados, ni hambrientos, aunque uno de aquellos hombres sí parecía herido en un ataque pirata.
Tenía el brazo lleno de astillas de madera, cosa que cuadraba con su coartada de haber recibido metralla tras el impacto de una bala de cañón dirigida a su nave mientras cargaban las armas en respuesta a la emboscada.
Pero hubo un detalle que le hizo sospechar: era raro que no aceptasen ayuda del médico de su barco, pero sí el instrumental que éste les ofreció. Así que decidió espiarles, mientras se hallaban en el camarote, emborrachando al herido al que pretendían retirar toda la madera de la que fueran capaces de librarle antes de que su invasión les forzase a amputar.
Guara no era capaz de escuchar gran cosa, y las palabras sueltas que lograba descifrar no parecían tener conexión entre ellas, ni mucho sentido a grandes rasgos. Pero no fue lo que percibió con las orejas lo que le paró el corazón un instante, sino lo que vio al echarles un vistazo por el ojo de la cerradura:
El herido, sobre la impresionante y marcada musculatura, plagada de cicatrices de incontables batallas, tenía tatuado un símbolo que reconoció a la perfección.
Su historia era con toda seguridad cierta, pero ellos eran los piratas.